🌹 El precio de un huevito
En una calle empinada de la colonia Anáhuac, en Tuxpan, Veracruz… una mujer creyó que alguien veía más allá de su maternidad.
La historia
Yazmín tenía veintisiete años y una cicatriz invisible que no la dejaba dormir: hacía cinco años, el padre de su hijo le había dicho que iba a jugar futból al campo de la garrapata… y se fue con otra.
Desde entonces, Yazmín había sido madre, padre, trabajadora, doctora, psicóloga y chofer. Todo a la vez. Sin turno de descanso. Sin suplente. Desde una casa de techo de lámina y paredes de voluntad, Yazmín levantó a su hijo en la Anáhuac, donde las calles se inundan fácil, pero las ganas no se hunden.
Pero un día, apareció César.
Veintidós años, sonrisa de serie de Netflix, y un Kinder Sorpresa en la mano.
—“Traje esto para tu niño,” le dijo, y Yazmín sintió que el mundo se detenía.
Era el primer hombre que, en mucho tiempo, no salía corriendo al enterarse que tenía un hijo. El primero que parecía querer sumar.
Los mensajes comenzaron. Las visitas. Las promesas.
Y ella, con el alma hecha girones y el corazón esperanzado, se aferró a la idea de que alguien por fin la veía como mujer… y no como ‘la que ya tiene un hijo’.
Pero César no buscaba una familia.
César no quería amor.
César solo quería sentirse héroe con una medallita de chocolate.
Una semana después, desapareció.
Ya no contestó los mensajes. Ya no regresó.
Solo dejó una envoltura vacía…
…y un niño preguntando si el amigo volvería a jugar.
🧠 Reflexión final
A veces, el amor disfrazado de detalles es solo eso: un disfraz.
Lo que para algunos es un juego, para nosotras es la vida. Porque detrás de cada mamá soltera hay un mundo que no se ve: decisiones difíciles, días sin dormir, y un corazón que aprendió a no quebrarse… al menos no frente a sus hijos.
No es el huevito.
Es el respeto.
Es el compromiso.
Es entender que amar a una mamá es también entender lo que ella protege.
🌀 Y sí, el viento sopló en la Anáhuac… pero esta vez fue para recordarnos que no necesitamos salvadores. Solo verdad.